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ACUERDO UNIÓN EUROPEA – MERCOSUR ¿PODEMOS FORTALECER LAS EXPORTACIONES REGIONALES DE LA ”AGROINDUSTRIA” A EUROPA?

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Por Lisandro MOGLIATI – Lic. en Gestión de Negocios Internacionales

Desde 1995, las relaciones MERCOSUR-UE han sido guiadas por el “Acuerdo Marco de Cooperación MERCOSUR-UE”, firmado el 15 de diciembre de 1995.

Este acuerdo fue orientado a establecer una zona de libre comercio entre ambos bloques, cuyas negociaciones se han dilatado por décadas, más allá que ambos esquemas regionales de integración, pudieron llegar a un principio de acuerdo 2019, al que aún le restan detalles que harán finalmente a su puesta en práctica.

La discusión de fondo, es si realmente conviene a las partes abrir sus economías a las importaciones, aunque suene extraño, la Unión Europea, principalmente en lo que respecta a su sector agrícola y los alimentos, es una de las economías más proteccionistas a escala global y utiliza como mecanismo restrictivo, diversas herramientas fundamentadas en el cuidado de la salud humana y animal, la preservación del medio ambiente y la vigencia de la PAC (Política Agraria Común) que subsidia y protege fuertemente al sector agroindustrial en Europa.

Definitivamente, el sector de la agricultura en la Europa integrada, si lo cotejamos con el potencial de los agronegocios del Mercosur, resulta poco competitivo, aunque políticamente hablando, diversos organismos de la UE, han decidido mantener una protección efectiva del sector para que subsista artificialmente en el esquema global.

Por el lado del Mercosur, a priori, un mercado abierto como el de la Unión Europea de más de 450 millones de consumidores con un PBI per cápita de 30.000 dólares, suena tentador en términos de oportunidades comerciales.

Atento a esto último, debemos tener en cuenta que el mayor potencial exportador del Mercosur está sustentado en la plataforma agroalimentaria, la fortísima competitividad del agronegocio en el Mercosur debiera ser el “caballo de batalla” para la conquista comercial de la Europa integrada, pero aquí radica justamente el principal obstáculo.

La Unión Europea presenta, tal como mencionamos antes, un esquema altamente proteccionista, y si bien, un acuerdo de libre comercio, a priori, derribaría ciertas barreras que obstaculizan acceder a ese mercado, estas barreras son meramente arancelarias.

Lo que un acuerdo de libre comercio reduce o elimina en primer término, son los impuestos que gravan las importaciones originarias de los países o bloques con los cuales se establecen acuerdos.

¿Pero qué ocurre con las “barreras para-arancelarias”? Es decir, con todos aquellos procedimientos administrativos que traban las importaciones y que no se apoyan en un arancel.

Por ejemplo, los requisitos fitosanitarios europeos y sus estándares de calidad aplicados a productos agrícolas y los alimentos, están dentro los más exigentes del mundo, entonces, ¿está en condiciones el Mercosur de ofrecer agroalimentos “UE comply”  que respeten esos estándares ultra exigentes para aprovechar un acuerdo comercial de este tipo?

Esta última pregunta es la que poco análisis está teniendo, porque a la luz de la verdad, no alcanza con eliminar aranceles a la importación por parte de la UE para favorecer nuestras exportaciones como eje de la negociación comercial bilateral.

Es relevante establecer también cómo se va a proceder en términos de restricciones fitosanitarias y en materia de salubridad de los alimentos.

Hoy Europa exige cuantiosos y costosos análisis, entre muchos otros, para la detección de pesticidas, trazas mínimas a veces presentes en ciertos alimentos que no tienen impacto alguno para la salud, pero que la legislación europea penaliza fuertemente.

También la UE presenta una mirada crítica a los alimentos procedentes de OGM (organismos genética modificados), que en muchos casos son la base de diversas producciones agrícolas regionales exportables del Mercosur.

La antes mencionada PAC (Política Agraria Común) que se lleva gran parte del presupuesto comunitario en subvenciones a los agricultores europeos y sus producciones regionales, muchas de ellos poco competitivas en términos globales.

Por estas (y muchas otras) razones, entiendo que este acuerdo de libre comercio cruzado por las divergencias y desbalances de cualquier esquema de integración “norte – sur”, presenta todavía muchos interrogantes que hacen a la conveniencia de poner en práctica esta suerte de liberalización comercial, pensando únicamente en la reducción o eliminación de aranceles, como eje de las ventajas que recíprocamente otorgan este tipo de acuerdos.