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«DESGLOBALIZACIÓN INFLACIONARIA» Y EL COMERCIO INTERNACIONAL ¿Crisis u Oportunidad para América Latina?

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Por Lisandro MOGLIATI -Lic. en Gestión de Negocios Internacionales

Mientras observamos como la pandemia va cediendo en sus efectos sobre la salud humana a escala global, las graves consecuencias para la economía mundial lejos aún están de apaciguarse, seguimos viendo cómo se han trastocado las cadenas globales de suministro, incrementado los costos logísticos del transporte internacional y las demoras en las transacciones internacionales son moneda corriente en todos los países sin distinción de su grado de desarrollo relativo. 

La globalización y su impacto en el comercio internacional, visto desde la deslocalización de inversiones productivas y la especialización que dieron luz verde hace más de 30 años a un nuevo esquema de características más complementarias que transaccional del comercio global, sostenido en cadenas globales de valor, ha perdido mucho terreno con la pandemia. 

Esta tendencia “desglobalizante” la veníamos observando desde hace algunos pocos años a partir de una corriente “neoproteccionista”, donde muchos gobiernos bregaban por el regreso de las inversiones deslocalizadas a partir del sumun liberal promovido por corrientes capitalistas (fue Asia una de las regiones más beneficiadas por la captación de inversiones debido a un menor costo relativo de los factores de producción). 

Diversos gobiernos se mostraron proactivos a tentar a sus empresas con participación global, que evalúen la alternativa de regresar con sus operaciones al lugar de origen del capital (esto fue observable durante el mandato de Donald Trump en Estados Unidos, por ejemplo, cuando pidió a varias automotrices considerar retornar al país sus plantas de producción establecidas en México). 

Pero ¿qué significa la “desglobalización inflacionaria”? básicamente como se incrementan los costos de producción a partir de la desestructuración global o el regreso de muchas inversiones manufactureras a sus países de origen, esto se da porque muchas de las firmas internacionales que componen las cadenas globales de suministro, fueron con el tiempo, conformando sus eslabones asentados en distintos países o regiones (muchas de ellas distantes entre sí), orientados según el costo de producción de cada insumo, parte o etapa productiva, reduciendo costos y agregando valor en cada instancia hasta llegar al producto final, que va conformándose en diferentes regiones. 

Un claro ejemplo de esto último podría ser un producto tecnológico (Smartphone) que es diseñado por alguna empresa americana en “Silicon Valley”, sus partes fabricadas en India o China para ser luego ensamblado en México, y, por último, comercializado en USA. 

La tendencia “neoproteccionista”, fortalecida por los efectos de la pandemia, hizo repensar la lógica en los eslabonamientos productivos entre regiones distantes, planteando la conveniencia de llevar adelante todo su desarrollo local o regionalmente, reorganizando así las cadenas de suministro, dando soporte a lo que llamamos “desglobalización”. 

  • ¿Por qué ocurre esto y qué impacto tiene para con la escalada inflacionaria global? 

Aquí las variables son múltiples, una de ellas, está asentada sobre el descomunal incremento de los fletes marítimos internacionales, por ejemplo, un contenedor desde China a algún punto de América Latina, que hasta hace algunos años tenía un valor de entre 1.500 y 1.800 dólares, llegó a valer, en el momento más crítico de la pandemia hasta 15.000 dólares (y aún se mantienen muy altos los valores). 

Lógicamente, el encarecimiento de los fletes internacionales se traslada a los precios y el consumidor debe pagar valores elevados por un mismo producto que poco tiempo antes pagaba a un precio sensiblemente menor. 

Al encarecimiento de las tarifas logísticas globales, debemos agregarle una menor frecuencia de fletes que cubren las rutas marítimas internacionales, al haber menos frecuencia, hay menor espacio disponible en bodega y el combo es fatal, los valores se encarecen aún más por la ley de la oferta y la demanda, coadyuvando así a sostener la presión inflacionaria global. 

Cuadro de la evolución de las tarifas de los fletes marítimos del comercio internacional 
  • Pandemia inflacionaria y el “cisne negro” del conflicto bélico ruso-ucraniano 

Como resultado de todo lo anterior y adicionalmente, de otras variables que impactan fuerte, vemos economías sin tradición inflacionaria donde el incremento sostenido del nivel general de los precios comienza a ser un problema grave. 

Estados Unidos presenta un índice que supera el 7 % anual (el peor en casi 40 años), Brasil está por encima del 12 % y así la mayoría de las economías mundiales se enfrentan a un problema nuevo para muchos de ellos, no sería el caso de la Argentina, una economía acostumbrada a elevados niveles de inflación, pero que, ante un contexto global en llamas, coadyuva de forma negativa a generar mayor zozobra en un contexto macro volátil. 

A la problemática de la pandemia y sus efectos perjudiciales que acabamos de ver, se le suma otro “cisne negro”, el conflicto entre Rusia y Ucrania. 

Este episodio, además de quebrantar la paz mundial, agrega a la economía global mayor incertidumbre y una presión extra a los comodities agrícolas y energía (gas y petróleo), sumando así un elemento adicional que fortalece esta suerte de “cocción a fuego lento” de la escalada inflacionaria global. 

Una pandemia (que aún no finaliza del todo) y acto seguido una guerra, son dos hechos inéditos por su proximidad y efectos que terminan dando un inusitado impulso a los precios internacionales de los productos del agro y el petróleo (agravado por una mayor incertidumbre en el aprovisionamiento de materias primas), un laberinto del cual no podemos aún visualizar una salida próxima. 

  • Entonces: ¿Crisis u Oportunidad?: 

Para dar respuesta a la consigna del título de la nota, ¿crisis u oportunidad?, si bien la situación de una pandemia y una guerra casi solapadas, no encuentra demasiados antecedentes que permitan evaluar un posible escenario, para los países latinoamericanos en general, podríamos aseverar que están ante una enorme oportunidad. 

Por un lado, muchos de los productos exportables del sector de la agroindustria experimentan valores al alza y da la sensación que se sostendrán un largo tiempo, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, deja a éste último en una situación compleja para la producción y exportación de materia prima (recordemos que Ucrania es un player de relevancia como proveedor global de comodities agrícolas – trigo principalmente-). 

Al mismo tiempo, el mundo busca alimentos para atender una demanda insatisfecha y poder cubrirse mejor en el marco de una guerra impredecible y una pandemia que aún no se extingue del todo. 

Por esa razón, es esperable que estemos ante una nueva gran oportunidad de posicionar de manera óptima nuestra oferta exportable agroindustrial y así también buscar el agregado de valor en nuestra estrategia de internacionalización, diversificando a la vez nuestra oferta. 

Por otra parte, la crisis en la cadena de suministros, debería llevar a una mayor complementación productiva regional, es decir que las industrias de Brasil, Argentina, Colombia, etc., podrán reorientar sus exportaciones tanto al segmento B2C o B2B, es decir de producto final, insumos, partes, equipamiento y maquinaria a la región, donde muchas importaciones procedentes de Asia, Europa e incluso USA, podrían ser sustituidas por la producción o la industria latinoamericano que aunque muchas veces no sea bien ponderada, presenta diversos sectores competitivos y la proximidad geográfica para buscar la complementación, iría acompañada de una reducción de aranceles, costos logísticos y también de los tiempos de entrega. 

Junto con ello, las industrias regionales podrían reducir los niveles de incertidumbre en cuanto al suministro, dando forma así a una oportunidad sin precedentes para fortalecer las economías de nuestra región.