MERCOSUR ¿Es factible establecer una moneda común?
Por Lisandro MOGLIATI – Lic. en Gestión de Negocios Internacionales – www.licenciadomogliati.com.ar
En estas últimas semanas y como corolario de un acontecimiento más bien político que estratégico, en cuanto a definiciones de política exterior (según la lectura que puede hacerse de la visita de Jair Bolsonaro a la Argentina y de las reuniones bilaterales efectuadas con el Presidente Macri y sus equipos técnicos), se reflotó una antigua (e inviable) idea, en el marco de la integración regional que tiene como eje al MERCOSUR, la creación de una moneda común que reemplace, en un futuro, al peso y al real (trazando un paralelismo con la Unión Europea y el euro como referencia monetaria).
Para abordar esta suerte de mención, más de tinte demagógico que factible, es interesante, primeramente, conocer un poco más donde estamos parados en cuanto a la situación del MERCOSUR y su función integradora.
Técnicamente, se entiende por “integración regional” a todoproceso en el cual, dos o más naciones (que en general comparten frontera o bien relaciones de vecindad sin que ello implique limitar territorialmente), acuerdan determinadas iniciativas de coordinación, convergencia y hasta una instancia de integración más profunda (como es el caso del MERCOSUR), y cuyo alcance abarca, no solo competencias económicas y comerciales, sino también políticas, sociales, culturales y ambientales, en un marco de acuerdos básicos según un tratado fundacional que los integra.
El MERCOSUR tuvo sus orígenes más remotos en acuerdos bilaterales entre Brasil y Argentina que tuvieron su auge en la década del ´80 en el marco de la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración) y que finalmente en los´90, invitando a participar de un acuerdo más amplio, adhieren Uruguay y Paraguay, suscribiendo así, mediante la firma del Tratado de Asunción en 1.991, el Acuerdo de Alcance parcial de Complementación Económica número 18 que dará finalmente origen al “Mercado Común del Sur”, en adelante, el MERCOSUR.
El MERCOSUR se proyecta como una unión aduanera, es decir, un área de libre comercio que además de liberalizar recíprocamente entre sus miembros las exportaciones e importaciones, establece una tarifa externa común (en el MERCOSUR es el AEC – arancel externo común-) que promueve un mismo tratamiento arancelario a las mercaderías procedentes de terceros países, es decir, acuerdan cobrar mismas alícuotas de impuestos a la importación, a aquellos países que no pertenecen al tratado.
Esta es la teoría de una unión aduanera, pero en la práctica el MERCOSUR no ha podido sostener en un todo este lineamiento y la realidad marca que las excepciones se han transformado en regla, beneficiando el comercio exterior, mucho más a Brasil, en menor medida a la Argentina y perjudicando a las economías más pequeñas, Paraguay y Uruguay.
Ahora volviendo al tema que motiva esta nota, la perspectiva de establecer una moneda común en el MERCOSUR, sin temor a equivocarnos, es de absoluta y total inviabilidad, diría que se trata más de un anuncio amigable en épocas electorales que a la factibilidad técnica, política y económico – financiera.
Como señalamos, el faro que se mira para este planteo es la Unión Europea, un espejo interesante como esquema de integración y que aunque hoy atraviesa una serie crisis, a partir del recrudecimiento de los nacionalismos en desmedro del pensamiento de cohesión europea, sus bases doctrinarias y esquemas sólidos, han ido sorteando diferentes estadios de integración, hasta llegar a la unión monetaria y el establecimiento del euro como divisa compartida.
En la unión monetaria, los estados miembros no sólo comparten una misma moneda, sino que ceden parte de su soberanía a un “Banco Central Comunitario” encargado de emitir la divisa común y fijar la política monetaria, algo que para países como Argentina o Brasil, hoy consensuar estas variables es irrisorio dadas las asimetrías y la toma de decisiones de política económica, financiera, exterior y del gasto público absolutamente divergentes.
Esta iniciativo, así y todo, no es novedosa, sobre fines de los ´80 se planteó de manera light la posibilidad de proyectar una moneda única para el Mercosur, llamada «gaucho», la discusión sobre una eventual integración monetaria tuvo escasa profundización y con las recurrentes crisis en los países adheridos, se fue diluyendo.
Antes de pensar en la adopción de una moneda común, los países que integran un esquema de integración de este tipo (como la Unión Europea) deben avanzar en eliminar asimetrías fiscales, monetarias, arancelarias, cambiarias y de legislación laboral, por citar algunos ejemplos que requerirían revisiones conjuntas, por cierto, estamos a años luz de algo mínimamente parecido a esto.
Lo cierto sobre algunas conclusiones a las que se arribó en el encuentro bilateral entre Macri y Bolsonaro y en lo cual debe dárselas la derecha, es que el MERCOSUR así como está planteado no es facilitador de comercio, atrasa, no abre el juego a alianzas estratégicas con otros bloques o países y se ha transformado en un contrapeso para la acción y fijación de política comercial externa para sus miembros, que se encuentran así encorsetados en un esquema rígido que no evoluciona según la tendencias de los acuerdos internacionales exitosos.
Pero plantear el establecimiento de una moneda común, más aún en este contexto de extrema complejidad político – financiera, es un despropósito, literalmente un acto de demagogia política que también observamos, a partir de este tipo de anuncios, se da en ámbitos tan especiales y complejos como las relaciones exteriores de nuestras naciones.