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MERCOSUR: APARECE NUEVAMENTE LA DISCUSIÓN POR LA MONEDA COMÚN. ¿ES UNA ALTERNATIVA VIABLE?

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En estas últimas semanas se reflotó una antigua idea, en el marco de la integración regional que tiene como eje al MERCOSUR, la creación de una moneda común que reemplace, en un futuro, al peso y al real (trazando un paralelismo con la Unión Europea y el euro como referencia monetaria).

Para abordar esta alternativa recuperada por Lula da Silva y Alberto Fernández es interesante, primeramente, conocer un poco más donde estamos parados en cuanto a la situación del MERCOSUR y su función integradora.

Técnicamente, se entiende por “integración regional” a todoproceso en el cual, dos o más naciones (que en general comparten frontera o bien relaciones de vecindad sin que ello implique limitar territorialmente), acuerdan determinadas iniciativas de coordinación, convergencia y hasta una instancia de integración más profunda (como es el caso del MERCOSUR), y cuyo alcance abarca, no solo competencias económicas y comerciales, sino también políticas, sociales, culturales y ambientales, en un marco de acuerdos básicos según un tratado fundacional que los integra.

El MERCOSUR tuvo sus orígenes más remotos en acuerdos bilaterales entre Brasil y Argentina que tuvieron su auge en la década del ´80 en el marco de la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración).

Finalmente, en los´90, invitando a participar de un acuerdo más amplio, adhieren Uruguay y Paraguay, suscribiendo así, mediante la firma del Tratado de Asunción en 1.991, el Acuerdo de Alcance parcial de Complementación Económica número 18 que dará finalmente origen al “Mercado Común del Sur”, en adelante, el MERCOSUR.

El MERCOSUR se proyecta como una unión aduanera, es decir, un área de libre comercio que además de liberalizar recíprocamente entre sus miembros las exportaciones e importaciones, establece una tarifa externa común (en el  MERCOSUR es el AEC – arancel externo común-).

El denominado AEC, promueve un mismo tratamiento arancelario a las mercaderías procedentes de terceros países, es decir, acuerdan cobrar mismas alícuotas de impuestos a la importación, a aquellos países que no pertenecen al tratado.

Esta es la teoría de una unión aduanera, pero en la práctica el MERCOSUR no ha podido sostener en un todo este lineamiento y la realidad marca que las excepciones se han transformado en regla, beneficiando el comercio exterior, mucho más a Brasil, en menor medida a la Argentina y no siendo tan favorable para las economías más pequeñas, Paraguay y Uruguay.

Ahora volviendo al tema que motiva esta nota, la perspectiva de establecer una moneda común en el MERCOSUR, sin temor a equivocarnos, es de un enorme grado de dificultad, si analizamos la situación económica y de índole monetaria de ambos países, Brasil y Argentina, principalmente este último, dada la escalada inflacionaria que viene soportando de forma sostenida por décadas.

Como señalamos, el faro que se mira para este proyecto de una moneda común, es la Unión Europea, un espejo interesante como esquema de integración y que aunque hoy atraviesa una seria crisis en su construcción colectiva, a partir del recrudecimiento de los nacionalismos en desmedro del pensamiento de cohesión europea, sus bases doctrinarias y esquemas sólidos, han ido sorteando diferentes estadios de integración, hasta llegar a la unión monetaria y el establecimiento del euro como divisa compartida.

En una unión monetaria, objetivo al cual pretende direccionar el MERCOSUR, los estados miembro no sólo comparten una misma moneda, sino que ceden parte de su soberanía económica y financiera a un “Banco Central Comunitario” encargado de emitir la divisa común y fijar la política monetaria.

Esto último, es algo que para países como Argentina o Brasil, consensuar estas variables es complejo dadas las asimetrías y la toma de decisiones de política económica, financiera, exterior y del gasto público absolutamente divergentes.

Esta iniciativo, así y todo, no es novedosa, sobre fines de los ´80 se planteó de manera light la posibilidad de proyectar una moneda única para el Mercosur, llamada «gaucho», la discusión sobre una eventual integración monetaria tuvo escasa profundización y con las recurrentes crisis en los países adheridos, se fue diluyendo.

Antes de poder pensar en adoptar una moneda en común, los países que integran un esquema de integración de este tipo (como la Unión Europea) deben avanzar en eliminar asimetrías fiscales, monetarias, arancelarias, cambiarias, por citar algunos ejemplos que requerirían revisiones conjuntas, por cierto, estamos muy lejos de algo mínimamente parecido a todo esto, pero no está mal proyectar y profundizar la integración regional planteando iniciativas que requieren mucho trabajo en el mediado plazo.

Lo cierto y real acerca de lo planteado es que el MERCOSUR así como está planteado no está logrando el principal objetivo de promover y facilitar el comercio, no abre el juego a alianzas con otros bloques o países.